Hilda creyó que el mar enjuagaría su malestar, como sal en la herida. No recordaba la última vez que salió de vacaciones. Forzó su memoria hasta el campamento con su exnovio donde la regañó por los mosquitos que entraron a la carpa. Pensó que debieron cuchichearle al oído para terminar esa misma noche. El agua fría acarició sus pies y ella los retrajo, culpable de no sentirse contenta entre tantas sombrillas coloridas.

Extendió una toalla sobre la arena para acostarse y revisó el teléfono. Ya no recibía mensajes de él hacía un tiempo. La enfermedad de su tío dejó de ser noticia en el grupo familiar; se había curado, y, en su remplazo, encontró únicamente bendiciones para su viaje. Alzó la vista, el cielo gritaba en azul. Desvió la mirada hacia el celular buscando problemas en la oficina.

El sol se ocultaba tarde en la ciudad veraniega, permitiendo a los turistas pasear hasta tarde. En su habitación, tomó un baño para librarse de la tierra. Se tendió en la cama dispuesta a relajarse, pero extraño el barullo familiar de su apartamento. Una combinación de buses sacudiendo el asfalto, gritos de borrachos, perros y recicladores hurgando en la basura que bebía cada noche. Dentro del cuarto, una diminuta mosca perseguía la luz. Revisó el grupo con sus amigas: Jimena decía que a la capital sólo le faltaba mar, Paty, en cambio, le recomendó quedarse. Intentó leer un libro mientras la mosca continuaba estrellándose contra las luces. Incapaz de pasar de párrafo, abandonó la lectura para perseguir al insecto hasta matarlo. Volvió a acostarse agotada, pero la arena de su cabeza avanzó hasta la almohada acompañándola. Algunas partículas llegaron a su boca y escupió las que pudo.

Incapaz de conciliar el sueño, confió su inquietud a las amigas, como una oración antes de dormir. Volvió al libro pero, tanto silencio era pesado. Echó en falta a la mosca zumbando, al menos como ruido de fondo.

Eligió en el celular la grabación de un tráfico pesado.

*

Preocupadas por ella, sus amigas alquilaron un novio virtual a su regreso. Lo configuraron con las características que Hilda más apreciaba: coincidencia musical, atractivo y simpatía. Agregaron otras que consideraron oportunas. Pensaron que sería positivo para ella tener a alguien que la tratase bien. Si necesitaba conocerlo en persona; el algoritmo inventaría un viaje, una muerte o algo original. Algo que no quedase entre los dientes como comida, haciéndola sentir ridícula.

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